lunes, 27 de julio de 2009

ELLA SABE QUE NO ES LA ÚNICA, PERO QUIERE SER LA ÚLTIMA

La violencia sexual a las jóvenes es moneda corriente en la provincia
C. es de El Acheral, un pueblo con no muchos habitantes cerca de San Pedro de Jujuy. Ella no estudia el secundario a pesar de sus 15 años, “No somos analfabetos”, dice la madre. “Tenemos las dos la primaria completa”. C. no estudia el secundario porque la escuela más cerca de su pueblo está a diez pesos el pasaje ida y vuelta. Demasiado dinero diario para poder estudiar, para una familia que cría gallinas “chiquitas, hermosas”, como dice C.
Una noche de mediados de junio en que cerca de allí se hacía una fiesta en la casa de una vocal de la Comisión Municipal de Rodeito, otro pueblo cercano, con algo más de habitantes que El Acheral, una barra de jóvenes le convidó un vaso de fernet con coca. Los mareos llegaron en forma inmediata, al igual que los vómitos, hasta que uno de los integrantes de la “barra” la llevó del brazo hasta un auto, luego de que ella saliera del baño, bien apartado de donde seguían de festejo. Otros jóvenes desconocidos la forzaron luego de esta “entrega” a entrar al auto de “Salazar”, quien a pesar de ser denunciado no figura en el expediente policial. Allí ya estaban cuatro jóvenes sentados, los que luego, entre risas, abusaron sexualmente de ella uno tras otro. Una y otra vez C. perdió el conocimiento en medio del ultraje. Luego estuvo internada en el hospital público de San Pedro de Jujuy diez días. “Sola y sin plata caminé y caminé para verla en el hospital” dirá la madre, dolida por tanta injusticia y crueldad, por tanta soledad y desamparo. “¿Y si me la traían muerta?”.
A tres de los cuatro agresores del auto les imputaron el delito de abuso sexual agravado. Ordenaron la detención. Uno de ellos tenía apenas 14 años. Ya está libre por las mismas calles en las que camina C. con demasiado temor, aunque no sabemos si alguna vez estuvo privado de libertad. Los otros mayores pasan por delante de la casa de C. cada domingo, mirando hacia donde ella se encuentra, y sin embargo fueron declarados prófugos por la policía. Tal vez por vínculos que desconocemos, o porque la complicidad en el abuso sexual se inició en la casa de la vocal de la comisión municipal de Rodeito, o porque los policías piensan lo mismo que muchos en el pueblo: C. es una “desgraciada”, que merece insultos, porque la víctima de todo abuso sexual es la culpable.
La soledad y el desamparo hicieron que C., ante el pedido de ayuda desesperado de su tía en una asamblea de la CCC de su barrio, viniera a la Casa de la Mujer María Conti ayudada por asistentes a esa asamblea que juntaron plata para que pudiera pagar el pasaje desde El Acheral hasta San Pedro de Jujuy. El desamparo y la soledad quedaron un poco atrás, hoy una organización de mujeres la acompañó más lejos de lo que ella podía imaginar.
La Casa de la Mujer exigió a la regional de Policía la detención de los imputados ante lo inexplicable de la libertad de los mismos. Acompañó a C. al médico, ya tomó medidas para ser parte en la causa penal, asesoró para que se ampliara la denuncia y se detenga al que antes ni siquiera figuraba en la expediente por negligencia policial que no pudo ser observada por la madre de C. al firmar la declaración en medio de una situación de shok en la que nada pudo leer cómo había quedado el relato de su hija en la hoja de la denuncia.
Hoy C. sabe que hay mucho por hacer en su pueblo para que las cosas cambien, y tiene con quienes. Y sabe que apenas ha dado los primeros pasos desde que denunció el hecho, para que tanto dolor comience a ser reparado, aunque la historia la marque para siempre. “Uno de ellos hizo lo mismo con otra chica, la sacó de una fiesta”, relata. Ella sabe que no es la única que ha padecido. Pero quiere ser la última.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

DEJANOS TU COMENTARIO A CONTINUACIÓN: