sábado, 25 de julio de 2009

CUANDO LA MEMORIA DUELE: 26º MARCHA DEL APAGÓN EN LIBERTADOR GRAL. SAN MARTIN

Crónica de una marcha anunciada

Cerca del mediodía, ingresando a la ciudad de Libertador General San Martín, un hecho poco casual nos sorprende a todos: la cantidad de farmacias que posee este pueblo. No es de extrañar que la industria farmacéutica sea un negocio rentable en el territorio donde opera una de las industrias monopólicas y contaminantes más grandes del país.
Al llegar, no puede evitarse aspirar un nauseabundo y ácido olor, que no demora en irritar las vías respiratorias de quienes no están acostumbrados a sobrevivir indignamente en ese infierno. "Es el olor del diablo", comentan algunos. "Es olor a plusvalía", agregan otros. En realidad, ambos olores son el mismo: es el olor a la riqueza acumulada y producida a costa de la sangre y el trabajo de los oprimidos.
Entre plantaciones y pequeños negocios, camiones cargados transitan por enormes caminos internos, porque Ledesma tiene sus propias rutas, su propio tren, su propio pueblo, sus propias leyes, sus propios jueces, sus propios diputados. "Intentamos asentarnos en los márgenes de la empresa, pero gendarmería nos desalojó", comentan un grupo de familias sin techo ni suelo propio, porque todo pedazo de tierra es propiedad privada de Blaquier y compañía, aunque él nunca pise ni trabaje estas tierras, ni respire el aire que su compañía envenena.
A las tres de la tarde, Calilegua está toda coloreada con banderas y cantos, que las diversas agrupaciones sociales de distintos rincones del país agitan sin cesar en medio de un grito inmortal que reclama justicia y convida memoria.
La marcha avanza, y en el camino se suman voces que se niegan a callar ante la injustica y la muerte. "Blaquier mata", "Ledesma contamina" se puede leer en las paredes, que son la imprenta del pueblo, como lo bien lo señaló Rodolfo Walsh. Este monstruo del capitalismo por supuesto que paga impuestos: una irrisoria suma anual comparable a la de la feria de verduras.
Está a punto de caer la noche, y entre pequeñas gotas de rocío, como un llanto del cielo ya cansado de llorar, las palabras de las madres nos emocionan a todos. El pueblo canta: "ya vas a ver, las balas que vos tiraste van a volver" y entre un flequillo colorado y un barbijo que anuncia "Ledesma mata" se deja ver el brillo de una mirada que ha sufrido el mayor tormento: nunca más pudo volver a mirar los ojos de su hijo. Emocionadas, esas miradas escuchan el saludo de la gente, su gente, "sus otros hijos": "madres de la plaza, el pueblo las abraza" y ellas, con un dolor en el pecho que se renueva año a año, pero que nunca deja de arder, nos invitan a recordar que hubo una noche en que la oscuridad fue cómplice del terrorismo organizado. El Estado y Ledesma, vieja complicidad entre poder y capital, se llevaron a muchos, y muchos no volvieron.
Las murgas bailan y los oprimidos de siempre cantan con alegre ironía sus disfortunios, burlándose de esos pocos que viven a costa de la muerte de muchos.
Entre ruido de tambores y un frío que congela todo menos la memoria, volvemos a San Salvador, antes de que termine la noche, sin olvidar que para algunos, desde hace 33 años, el amanecer no llega nunca, y la noche y el dolor de la memoria sólo descansarán cuando la justicia y el castigo logren desterrar la impunidad que hoy nos aplasta. La lucha popular y la rebeldía contra el olvido no permitirán que las noches del 20 al 27 de Julio de 1976 queden dormidas en la impunidad.

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